jueves, 22 de diciembre de 2011

La Navidad en Noldor

El verano había transcurrido en Noldor lleno de pequeñas historias, de ir y venir de gentes, de risas, de fiestas por supuesto, de visitas, de estancias de paso,de trabajo y de bullicio, pero sobretodo de alegría, porque si había algo que nunca faltaba en el bosque era alegría.
En las primeras horas de la mañana era cuando la actividad era más intensa. Había que aprovechar la buena sombra y el frescor que proporcionaban las altas copas de los frondosos árboles. Hacia el mediodía todo empezaba a ralentizarse. El sol lucía en lo más alto del azul y sus rayos caían a plomo, como cuchillos afilados que parecían rasgar la vitalidad a todos cuantos se ponían a su alcance, aumentando su peso y haciendo que sus movimientos se tornasen lentos y perezosos. Durante la siesta apenas podía advertirse movimiento alguno entre la espesura y el chicharreo monótono de las cigarras era prácticamente el único sonido que se dejaba oír porque, hasta los gorrioncillos, tenían demasiada calor para intentar siquiera lanzar unos tímidos trinos canturreados por lo bajito.
Pero cuando el sol empezaba su descenso y sus lanzas doradas perdían intensidad, la vida parecía retornar a todos los rincones de Noldor y por doquier aparecían criaturas dispuestas a disfrutar de lo mejor del verano: sus noches, cortas , sí, pero intensas.
Durante la noche se realizaban algunas de las tareas imposibles de realizar durante las horas de la canícula: se acarreaban los sacos de fruta y grano que se habían recolectado durante la mañana y se almacenaban  en los silos, graneros y bodegas, se preparaban las conservas para reabastecer la  provisión  de víveres y poder disfrutar de ellas a lo largo del invierno...
Y lo que más les gustaba a todos: reunirse para charlar, reír, contar historias y desde luego comer los suculentos platos que Adelfa y las demás hadas sabían preparar, y claro está, las deliciosas galletas y tartas de Nicodemus.
El estío se fue deslizando poco a poco y casi antes de que nadie pudiera darse cuenta empezó a escurrirse por los rincones preparando su inevitable partida.
Los colores de Noldor fueron cambiando, los verdes se tornaron rojos, ocres, amarillos...
Las hojas de algunos árboles se secaron y debilitaron hasta ser arrancadas por el viento y llevadas en volandas al lugar donde van a parar las hojas secas. Nadie sabe donde está, pero sin duda debe estar lejos pues siempre son llevadas por el aire hasta perderse de vista, mientras dejan  tras de si un rosario de ramas desnudas y esqueléticas que se alzan al cielo buscando los cada vez más escasos rayos de sol.
Los habitantes del bosque también celebraron la llegada del otoño, al cual ellos denominan Yávie, con una de sus habituales fiestas, de esta manera recibieron a la nueva estación y a su hada protectora cuyo nombre es Malina Asea que en la lengua de las hadas significa "hoja dorada"
Durante el otoño se llevaba a cabo una de las celebraciones más divertidas y esperadas por los pequeños duendes, los cuales se lo pasaban en grande, en especial los más jovenzuelos: la fiesta de la calabaza.
Como ya os podréis imaginar el acontecimiento giraba en torno a dicha cucurbitácea, fruto muy común por esos parajes e ingrediente principal de muchas y variadas delicias gastronómicas, detalle este último que podía comprobarse en dicha fiesta, ya que una de las atracciones principales era el gran despliegue de platos elaborados con la calabaza como ingrediente principal.
Tenía lugar durante la última semana del mes de octubre, al cual las hadas denominaban Narkwelie.
En los días previos a la fiesta las hadas se encargaban de esconder por el bosque una cantidad determinada de calabazas y los duendecillos tenían que encontrarlas y traerlas al claro del bosque donde esta tendría lugar. Mientras los pequeños procedían a su caza y captura , las hadas preparaban las mesas y decoraban el lugar con guirnaldas y adornos, así como todo lo necesario para poder elaborar las ricas recetas en cuanto los duendes trajeran la materia prima principal. Después, mientras ellas cocinaban, los pequeños disfrutaban de juegos y manualidades como  hacer bonitas linternas con las calabazas que iban siendo vaciadas de su pulpa para elaborar los diferentes platos que luego degustaban todos con gran alborozo. El duendecillo que recolectaba mas calabazas era coronado como el rey o reina de la fiesta y se le obsequiaba con una inmensa tarta con su nombre escrito con letras de caramelo, tarta que, naturalmente, era compartida con todos como gran colofón de la celebración, que continuaba con danzas y risas hasta bien entrada la noche.
Como es natural las anécdotas y las situaciones divertidas nunca faltaban, pues los pequeños son muy dados a provocarlas.
Ya había dado comienzo la búsqueda y todos estaban atareados preparando y colocando las cosas para el banquete. Nicodemus había ido hasta su casa a buscar el barril de ambrosía que había preparado para la ocasión y Damajuana le pidió que se pasase por la casa de las hadas a recoger más guirnaldas.
Estaba ya de vuelta con los encargos cumplidos cuando oyó unas voces cerca del camino:
_¡Ay! ¡Pero... suéltame! ¡¿No ves que vamos a caernos los dos?!
_ ¡NO! ¡Yo la he visto antes!
_ ¡Ja! ¡Que te crees tú eso! ¡Yo he subido hasta aquí y ya la tengo! ¡Así que es mía!
 _ ¡De eso nada! ¡Todavía no la has cogido,y la voy a coger yo!
_ ¡Te digo que es mía!
_¡ Y yo te digo que no! ¡Déjame subir!
_ ¡Que me vas hacer caer Aaaaaaaay! ¡Suéltame,! ¿Pero que haces? ¡No, no, no, no te cojas de ahí! ¡Ayyyyyyyy!
El gnomo intrigado y alarmado por aquellas voces se acercó hasta el lugar de donde procedían por si era necesaria su ayuda.
Desde luego los dos pequeños en cuestión necesitaban que alguien les echara  una mano, pero la situación era más cómica que dramática por lo que Nicodemus no pudo evitar estallar en carcajadas, cosa que a los duendes no les hizo ninguna gracia.
Al parecer los gemelos Daso y Dendro habían localizado una calabaza en lo alto de una rama y ambos habían subido a por ella. Pero no se ponían de acuerdo a cual de los dos pertenecía y en la lucha por alcanzarla Dendro se había quedado colgado de Daso, literalmente, y al intentar agarrarse para no caer se había cogido de la ropa de su hermano, con tan mala fortuna que, al hacerlo, había dejado al aire algunas partes íntimas del duende, y como es natural este pataleaba y chillaba intentando salir airoso y de la mejor manera posible de tan humillante situación. La expresión de su cara era tan espantada que el gnomo, aún entendiendo el mal rato que el pobre estaba pasando, no pudo evitar reírse.
_ ¡Nicodemus!_ Exclamó Daso aliviado_ ¡Ayúdame por favor y quítame a este pesado de encima o nos caeremos los dos sin remedio!
El gnomo, sin dejar de reír se acercó para echarles un cable y ayudarlos a bajar.
_ Venga muchachos, ya está, no debéis pelearos, hay calabazas para todos. El tiempo que discutís por esta ya habríais encontrado dos o tres más. Hala seguid buscando y para evitar peleas no vayáis juntos si no estáis dispuestos a colaborar y a compartir lo que encontréis.
Los pequeños se miraron y asintieron con la cabeza y luego se marcharon en direcciones opuestas mientras Nicodemus reemprendía su camino.
No fueron estos los únicos duendecillos que se quedaron colgados o enganchados en algún árbol. Cuando Flora, una de las hadas, salía de la casa en dirección al arroyo para recoger agua fresca también tuvo que socorrer a la pequeña Gloxínia, la cual, debido a su... digamos forma redondeada, tenía cierta tendencia a quedarse enganchada entre las ramas con harta frecuencia.
Aparte de estos divertidos tropiezos la fiesta transcurrió como siempre y todos se lo pasaron estupendamente.
Pero el otoño también acabo y el frío empezaba a llamar a la puerta. El viento se tornó gélido y Nikwe, el hada blanca, llegó y trajo con ella a Hríve, al que nosotros llamamos invierno, y con él las primeras nieves hicieron su aparición cubriendo Noldor con un hermoso y blanco manto.
La fiesta por excelencia de esta estación no es otra que la Navidad, aunque nuestros amigos de Noldor la celebran de otra manera.
Las gentes del bosque viven y sienten la naturaleza en toda su intensidad y esplendor, pues son conscientes de que ella es la que les proporciona todo cuanto necesitan para vivir.De ahí que sus fiestas y celebraciones sean siempre para recibir y agradecer los bienes que la madre natura tiene a bien darles.
Durante el mes de diciembre, al cual ellos denominan Ringare, hay dos acontecimientos importantes que celebran con gran alegría: la llegada de la nieve y el último día del año.
La primera nevada, a la que llaman Olosse, siempre tiene lugar el 25 de diciembre, es decir el día en que nosotros celebramos nuestra Navidad.
Ese día, Nikwe el hada del invierno, llega para bendecir el bosque con el regalo de la nieve,  montada sobre un caballo blanco y acompañada de dos cervatillos. Es recibida por todos  con grandes muestras de alegría y cariño. Después se coloca en el centro del claro de bosque y mientras recita unos versos dedicados a la hermosa y fría nieve, de la cual es protectora y benefactora, eleva sus manos al cielo y con unos suaves movimientos incitadores anima a los copos a empezar a caer. En apenas unos segundos los hermosos cristales de hielo hacen su aparición, ingrávidos y silenciosos, y los duendecillos los reciben con gran algarabía y regocijo. Después continúan bailando alrededor de la hoguera, y comiendo, como no, hasta la medianoche, hora en la que oficialmente queda inaugurada la estación invernal y cada cual regresa a sus casas para descansar.
La otra fiesta importante es la de fin de año. Bueno, en realidad podría decirse que son dos celebraciones que se llevan a cabo una después de otra.
Las hadas denominan al último día del año Kwantien y al primero Minyen y esa noche celebran la transición de un año a otro  dando las gracias por todo lo recibido en el que acaba y expresando sus deseos para el que comienza.
Durante el Minyen, en una gran calabaza convertida en urna ,son depositados los deseos de cada uno, envueltos en una hoja de árbol que contiene en su interior una semilla, cuando todos han colocado la suya, Nikwe tapa la urna, la sella y la guarda durante todo el año dentro de una caja.
Cuando llega el Kwantien, el hada blanca trae la caja y la abre frente a todos para que puedan ver la calabaza.
Esta aparece cubierta de flores diversas que han  ido creciendo desde su interior atravesando su corteza y transformando su apariencia: cada deseo cumplido ha escapado del interior y ha florecido sobre ella. Si no queda ningún deseo por cumplir la calabaza ha desaparecido totalmente y sólo puede apreciarse un hermoso ramo de flores variadas. Si por el contrario quedan en su interior algunas de las hojas depositadas, esta tiene un aspecto seco, arrugado y su tamaño ha mermado considerablemente.
Todos cuantos han logrado ver sus deseos cumplidos dan las gracias y los que no lo han conseguido reiteran su esperanza de conseguirlos en el nuevo año.
Desde que Nicodemus les contó como celebran la Navidad la gente de la ciudad, han adoptado algunas de sus costumbres, como la de adornar los árboles con guirnaldas y luces, comer turrón, hacerse regalos, y algo que les encantó y les pareció muy divertido: tomar doce uvas el último día de año.
Este año sin duda la gente de Noldor volverá a tener una Navidad estupenda, aunque la verdad, les basta muy poco para ser felices y pasarlo bien, agradecen todo cuanto tienen y no piden más de lo necesario y sobretodo se quieren y se cuidan unos a otros, al fin y al cabo el amor es el bien más preciado.
De parte de todos ellos y especialmente de Nicodemus os deseo una feliz Navidad, ojala que vuestra calabaza aparezca llena de flores de deseos cumplidos, sino es así, no pasa nada, tenemos todo un año por delante para hacerlos realidad.

sábado, 13 de agosto de 2011

Yomenie ( Reunión )

En cualquier bosque la llegada de la primavera es celebrada con fiestas y algarabía por ser una estación fundamental en el desarrollo, no sólo de la flora, sino también de la fauna.
Todo se viste de alegres colores, los árboles y plantas muestran con orgullo sus nuevos vástagos que crecen con premura y alcanzan su madurez en apenas unas semanas, a veces tan sólo días, y el ciclo de la vida se repite una y otra vez en cada rincón de la foresta.
Pero después de la primavera llega el verano y también éste es recibido con fiesta y alegría. Aunque debido al calor  todo parece ralentizarse no es así, nada más lejos de la realidad, en los bosques nunca se descansa ni se detiene el ritmo, tan sólo cambia sus horarios para acomodarse a las altas temperaturas, por eso la mayor actividad se lleva a cabo al caer la tarde cuando las ardientes lanzas del sol pierden fuerza y atenúan su intensidad.
Pero si hay un día especial, sobretodo para nuestros mágicos amigos del bosque de Noldor y de cualquier otro bosque de las mismas características, ese día no es otro que San Juan, aunque hablando con propiedad deberíamos decir la noche de San Juan que es realmente cuando estas especiales criaturas viven su momento más álgido.
Como es bien sabido San Juan coincide con el solsticio de verano, la noche más corta del año, noche mágica donde las haya, muchas son las leyendas que se cuentan sobre tan cabalística fecha, ciertas o no, depende de la fe de cada cual, pero lo que sí es cierto es que es una noche muy especial para las hadas, podría decirse que es su noche, su momento de máxima libertad, nada ni nadie las sujeta en esa fecha, es una noche para las escapadas, para cumplir deseos, para hacer travesuras, buenas o malas, desde que se pone el sol hasta que vuelve a salir, bailando según cuenta la tradición, las invisibles puertas del "otro lado" permanecen abiertas para que las criaturas de la noche salgan y correteen a su antojo, todos cuantos están sujetos a encantamiento o maldición se ven libres de ellos por unas horas, y es durante esas horas cuando sus seres queridos tienen la ocasión de verlos o liberarlos para siempre de su condena si han sido capaces de encontrar el hechizo adecuado, de lo contrario con los primeros rayos del nuevo día volverán a su prisión hasta el siguiente año.
Noche de reencuentros, de ritos, de travesuras, de conjuros y embrujos y de fuego.
Las hogueras brillan por doquier y en ellas se queman toda clase de cosas, buenas y malas, los deseos se mezclan con los ensalmos y los duendecillos bailan a su alrededor libres por unas horas de normas ni reglamentos
Pero no sólo las hadas y los duendes tiene libertad absoluta esa noche, también las criaturas más esquivas y malvadas tienen vía libre para llevar a cabo cuantas fechorías se les ocurran, desde las mas simples travesuras hasta las trastadas más elaboradas, de manera que conviene estar alerta y no bajar nunca la guardia para no ser sorprendidos por alguno de ellos.
En Noldor ya tenían preparadas grandes pilas de leños para encender  diversas hogueras, una de las cuales estaba preparada muy cerca de la casa de Nicodemus.
En tan señalada noche era frecuente que se reunieran allí una gran cantidad de pequeños duendes y hadas atraídos por las fantásticas historias con las que el gnomo solía obsequiarles, sin olvidar el fabuloso granizado de menta y las galletas de avellana y chocolate que preparaba para recibir a sus invitados como debe hacer un buen anfitrión.
El sol ya hacía rato que había empezado a descender en el horizonte y la tarde se había vestido de tonos anaranjados y dorados proporcionando a las hojas un tono áureo y brillante.
Muy pronto los pequeños hicieron acto de aparición, primero fueron dos o tres que venían charlando animadamente por el camino, luego un grupito más numeroso de cinco o seis y el resto se les unieron todos juntos, en total debían ser unos quince, ruidosos, alegres, inquietos y sobretodo comilones.
Por la ventana de la cocina de Nicodemus salia un apetecible aroma de galletas recién horneadas que hacía la boca agua y los ruidos que podían oírse daban fe de que el gnomo andaba atareado preparando el tentempié para sus amiguitos.
_¡Hola Nicodemus, ya estamos aquí! _ Gritó Caulo.
El gnomo se asomó a la ventana y con una gran sonrisa los saludó:
_ ¡Hola a todos! ¡Caray, habéis venido muchos! ¡Estupendo porqué he hecho muchas galletas! Sentaos, enseguida estaré con vosotros.
Los pequeños se sentaron sin dejar de hablar y reír, era algo que iba implícito en su naturaleza, estarse quietos y en silencio no eran precisamente atributos de un duende.
_¡Escuchad!_ dijo Lila de pronto_ ¿No os ha parecido oír una voz diferente a la de Nicodemus?
_Yo no he oído nada_ respondió Prímula.
_Pero  eso es porqué no dejas de hablar ni un instante y no puedes oír otra cosa que no sea a ti misma_ Replicó Betulus.
El Hadita frunció la boca y le sacó la lengua y el duende hizo lo mismo.
_ A mí también me ha parecido oír que Nicodemus hablaba con alguien_ Añadió Diandra_ Me atrevería a decir que era una voz de mujer.
_ ¿De mujer?_ Preguntaron unos cuantos a la vez ,de cada vez empezaban a sentir más curiosidad y empezaron a elucubrar y hacer conjeturas.
_ Será una amiga que ha venido a pasar San Juan aquí.
_ A lo mejor es una pariente de paso.
_ O una de nuestras hadas instructoras.
 En esas estaban cuando Nicodemus hizo su aparición portando una inmensa palangana de galletas aún humeantes que colocó sobre la mesa que tenía dispuesta  al tiempo que invitaba a los pequeños a sentarse alrededor de la misma.
_¡Bienvenidos todos a esta velada de San Juan!, supongo que tenéis apetito así que espero que deis buena cuenta de todo lo que he preparado.
Los pequeños no se hicieron de rogar y atacaron la fuente con ganas, mientras Nicodemus fue a buscar el resto de cosas que había preparado, además de otra fuente de galletas había una tarta de zanahoria y cacahuetes y otra de manzanas y arándanos, granizados de menta, almendra y de mora y también té de bayas silvestres helado.
Los pequeños recibían cada nueva vianda con aplausos y le hacían los honores sin demasiados recatos ni contemplaciones, el gnomo reía de buena gana ante la voracidad de sus invitados, feliz y satisfecho.
Durante un buen rato a nadie pareció importarle otra cosa que no fuera comer y beber, bueno y reírse de cualquier cosa, costumbre natural en los duendes.
Cuando ya todos parecieron sentirse saciados la calma reinó por unos instantes, momento que Lila aprovechó para recuperar su tema inicial de conversación aunque ahora se dirigió directamente a Nicodemus:
_ Oye Nicodemus, antes nos ha parecido oír que hablabas con alguien dentro de tu casa, ¿tienes algún invitado más aparte de nosotros?
El gnomo no pareció molestarse, al contrario su sonrisa se hizo más amplia y respondió con agrado:
_ ¡Vaya, ya veo que no se os escapa nada! pensaba daros una pequeña sorpresa, pero os habéis adelantado.
_ ¿¡Una sorpresa!?_ Gritaron todos entusiasmados.
El gnomo asintió con la cabeza.
_ Veréis, una buena  amiga mía ha venido a visitarme, hacía mucho tiempo que no nos veíamos y me ha alegrado mucho verla, es alguien a quién apreció mucho y ahora nos necesita, estoy seguro que podremos ayudarla, si a vosotros os parece bien.
Los pequeños le miraron fijamente sorprendidos por aquellas palabras.
_ ¿Ayudarla? ¿Nosotros? _ Preguntó Caulo más bien incrédulo_ No se me ocurre como pero si tú dices que podemos será así.
Nicodemus rió con ganas ante la seriedad del pequeño y contestó:
_ Bueno, vamos a dejar que ella os cuente su historia y luego veremos si podemos o no ayudarla.
Entró en la casa y al cabo de unos instantes regresó acompañado de un hada, era una de las mas hermosas criaturas que los pequeños habían visto nunca y sus rostros expresaron sin palabras la impresión que les había causado semejante aparición.

_ ¡Hala que guapa!_ Apenas pudo dejar escapar Prímula-.
_ ¡Preciosa!_ Exclamó Caulo.
_ ¡Una diosa!_ Susurro Betulus.
Tanto el hada como el gnomo no pudieron menos que reír ante aquellas espontaneas manifestaciones de admiración por parte de los duendecillos.
_ Amigos esta es Ankale una querida y buena amiga que desea pediros algo muy especial.
La hermosa figura se movía con suavidad etérea, con una total armonía en sus movimientos, medidos y acompasados, con  gracia y naturalidad, y al andar dejaba tras de sí un estela leve, difuminada, plateada, que permanecía unos instantes en el aire y luego se desvanecía con la misma suavidad.
Sus rubios cabellos flotaban alrededor de su cuerpo como un aura dorada, sus manos eran delicadas de dedos largos y finos, las movía con delicadeza mientras hablaba y de la punta de sus dedos surgían pequeñas chispas plateadas que caían dulcemente al suelo donde desaparecían, sus pies apenas parecían rozar el suelo cuando caminaba y no dejaban rastro alguno tras de sí.
Y su voz, su voz era música para los oídos, cadenciosa, dulce, y su entonación al hablar se convertía de inmediato en una melodía que hechizaba a cuantos la escuchaban.
_ Buenas noches a todos, como bien ha dicho mi buen amigo Nicodemus me llamo Ankale y quisiera explicaros mi historia, así podréis entender mi petición.
Mientras ella tomaba asiento Nicodemus encendió la hoguera, el sol casi había acabado de esconderse y las sombras de la noche empezaban a adueñarse de todos los rincones, desdibujando las formas conocidas transformándolas en bultos extraños y amenazadores.
Muy pronto las llamas, tímidas al principio, comenzaron a lamer los troncos apilados, y a medida que fueron cogiendo brío se hicieron altas y poderosas y su luz cálida y salvaje ahuyento la negrura manteniéndola a  raya.
El gnomo se sentó a su lado y con una mirada la animó para que iniciara su relato.
Empezó a hablar en el mismo tono suave y susurrante y como por ensalmo su voz se alzó sin dificultad alguna por encima del chisporroteo de los troncos y de los mil ruidos que poblaban el bosque de manera que todos podían oírla perfectamente.
_ Vengo de un lugar muy lejano, un bosque tan hermoso como peligroso, no porqué sus habitantes sean malvados, sino porqué su magia es muy poderosa  y en un exceso de ignorancia o desconocimiento puede llegar a hacer daño. Los habitantes de Taure Ingólea, pues ese es su nombre, son buena gente en su mayoría, si bien es verdad que contamos con algunos personajes  peculiares y retorcidos, un tanto molestos y entrometidos pero inofensivos por sí solos en cualquier caso, la magia está presente en todas partes y cualquier extraño que pase por allí debe tener mucho cuidado, ciertamente no es fácil llegar a él si no se sabe como, su ubicación esta bien oculta por ensalmos y encantamientos y sólo conociendo el contra-hechizo se puede acceder a él.
Hizo una pequeña pausa y no pudo menos que sonreír al ver con que vehemencia y atención la escuchaban los pequeños, con los ojos a punto de salirse de las órbitas y las bocas abiertas de par en par, dando apenas crédito a lo que estaban escuchando.
_ No pretendo asustaros o que tengáis una visión equivocada de mi hogar, es un lugar precioso y soy muy feliz allí, bueno, podría serlo más si pudiera compartirlo con mi hermana.
El hada lanzó un suspiro melancólico antes de continuar, pausa que Prímula aprovechó para preguntar:
_ ¿Tienes una hermana?
_ Sí, una onóne.
_ ¿Una qué?_ Inquirió el hadita.
_ Una gemela.
_ ¡Anda como Caléndula y yo! también somos unas onones!_ Replicó muy contenta.
_ ¡Callate Prímula y no seas pelma!_ La recriminó su hermana.
Ankale la miró con ternura y con un gesto la llamó para que viniera a su lado y la sentó en su regazo, el hadita la miraba embelesada.
_ No la riñas, ¡Ojala yo pudiera estar con mi hermana siempre como estáis vosotras dos!
_ No te creas_ Explicó Prímula_ Caléndula es un incordio, nada de lo que hago le parece bien, siempre está seria y enfadada y me riñe por cualquier cosa, es como una vieja gruñona, de cada vez se parece más a Damajuana la jefa de las hadas instructoras, si tu hermana es como ella no te estás perdiendo nada, te lo digo yo.
Caléndula dio un bufido y opto por no replicar, sacudió la cabeza como hacía siempre que quería expresar que su hermana era una cabeza hueca y que no tenía remedio.
_ Eso lo hace porqué te quiere y quiere que seas un hada responsable y cuidadosa en tu trabajo, créeme, algún día lo entenderás.
Aquellas palabras agradaron a Caléndula, la cual se esponjó en su asiento y sonrió con aire de satisfacción.
_ Sí tú lo dices...
_ Bien como os iba diciendo Isilme y yo somos ónoni, ese es el término correcto para denominar a las hadas gemelas_ Esto último lo dijo mirando a Prímula quién tomó nota mentalmente para no volver a equivocarse al decirlo_ En nuestro bosque las hadas nacemos la noche de san Juan, según la hora y el lugar en que lo hacemos nuestro destino queda unido a una u otra obligación y a ella nos entregamos durante toda nuestra existencia.
_ ¿Y hay muchas...ónoni?_ Preguntó Prímula procurando decir la palabra correctamente.
_ Ciertamente no es algo muy frecuente, más bien es un regalo, algo muy especial que ocurre muy de tarde en tarde y sólo bajo ciertas circunstancias, si bien es un hecho recibido siempre con alegría y festejos. Lo habitual es que cuando nacen dos hadas sean exactamente iguales en apariencia y en general en todos los demás aspectos, pero el nuestro fue un caso muy distinto.
Tomó aire antes de continuar como si lo que tuviera que decir a continuación le costará un gran esfuerzo.
_ Cada una de nosotras "florece" dentro de una vaiya, en los casos de ónoni dicha vaiya se divide en dos en su interior y primero se abre una y al cabo de unos minutos la otra, este hecho es siempre motivo de alegría y celebración pues si un nacimiento es bien recibido uno doble lo es mucho más.
Pero nadie había tenido en cuenta que aquella noche se daba una circunstancia mucho menos habitual que el nacimiento de ónoni y mucho más peligrosa y de consecuencias imprevisibles: Había un eclipse de luna.
_ ¿Y eso es malo?_ Preguntó Caulo con extrañeza_ No lo sabía.
_ Nosotros tampoco, nunca antes se habían dado ambas circunstancias y no teníamos ni idea de lo que significaba y de lo que podía pasar.
Su mirada se entristeció un momento antes de continuar:
_Yo fui la primera en "florecer", faltaban unos minutos para la medianoche y la luna todavía permanecía oculta casi en  su totalidad, Isilme "floreció" cinco minutos después de las doce y justo en el momento en que su vaiya se abrió el primer trozo de luna liberada dejó ir sus rayos y cayeron directamente sobre ella, no podíamos ni imaginar lo que eso significaba y lo que iba a suceder.
Apenas pude verla unos segundos pero puedo asegurar que era exactamente igual que yo, su piel blanca y fina como de porcelana, su cabello rubio como el sol, toda ella envuelta en un halo dorado y luminoso.
Tragó saliva como si le doliera al recordar:
_ Pero en el momento en que aquellos rayos lunares incidieron sobre ella se transformó por completo, su cabello se volvió negro como el azabache al igual que sus ropas, su piel adquirió un tono marmóreo y su halo se volvió plateado como la luna. Todos nos quedamos horrorizados sin entender muy bien que pasaba, nunca jamás se había visto cosa igual y ni los más longevos de nuestros mayores acertaban a dar con un explicación para aquella transformación tan radical.
 Isilme se comportaba de manera normal y aparte de nuestro aspecto nuestras almas eran iguales, yo blanca como el día y ella negra como la noche, eso debió habernos dado alguna pista y habernos ayudado a entender pero  no supimos verlo.
Suspiró profundamente antes de continuar.
_ Al cabo de unos minutos una figura hizo su aparición, nunca antes la habíamos visto, nadie sabía quien era ni lo que buscaba pero pronto nos lo hizo saber.
Era Isil la guardiana de la luna, aquella noche había sido ofendida y quería cobrarse la ofensa. De todos es sabido que la noche de san Juan esta dedicada al sol, celebramos el solsticio de verano, el día más largo, el triunfo del astro rey que da la vida, eso también supone que la noche de san Juan es la más corta del año, la noche en que la luna brilla menos horas en el cielo, el que aquella noche hubiera habido un eclipse había hecho que su ya de por sí breve reinado se hubiera acortado visiblemente cosa que la había enfurecido y deseaba una compensación ante aquel desprecio, ella era la reina de la noche y no consentiría aquella humillación. Por  eso reclamaba para sí la primera criatura que sus rayos habían tocado aquella noche y esa no era otra que Isilme.
_ ¡Pero eso es terrible!_ Exclamó Prímula con horror llevándose las manos a la cara.
_ Ninguno de los allí presentes tenía conocimiento de un suceso igual en toda la historia de nuestro bosque y pasados los primeros momentos de estupefacción los más ancianos intentaron hablar y convenir un pacto. Isil les dijo que intercedería por ella pero no aseguraba que tuviera éxito en su mediación de modo que nos advirtió que con las primeras luces del alba Isilme debería irse con ella, dicho esto desapareció de nuevo.
Todos nos quedamos mudos y consternados pero al mismo tiempo alimentamos la esperanza de que Isil consiguiera algún tipo de trato con la enfurecida luna. Los más sabios de nuestro bosque empezaron a buscar y realizar cuantos ensalmos y hechizos creyeron que podrían ayudar a tal propósito, mientras Isilme y yo pasamos juntas lo que quedaba de noche, no sabíamos si esa sería la única vez que podríamos estar juntas.
No puedo decir que fue una noche feliz, sino más bien triste y rápida, el tiempo parece confabularse en nuestra contra cuando no deseamos que pase y tuvimos la sensación de que apenas habían pasado unos minutos cuando la aurora empezó a despuntar sobre el horizonte y Isil reapareció ante nosotros y nos habló:
"A pesar de que mi señora esta muy enfadada por la ofensa cometida contra ella entiende que ninguno de vosotros es el culpable de la misma y no sería justo que tuvierais que pagar por ello"
Esas primeras palabras nos hicieron palpitar el corazón con esperanzas renovadas. Isil continuó:
"Por otro lado quiere que entendáis que debe ser recompensada por el agravio infringido para que el castigo quede en la memoria colectiva como un aviso perenne y claro, ninguna ofensa contra ella quedará impune, ni ahora ni en el futuro"
Apenas podíamos respirar y mucho menos a hablar, unos de nuestros sabios preguntó:
"Así pues, ¿Cual  ha decidido vuestra señora que sea dicho castigo?"
"Esta criatura que ha nacido bajo los primeros rayos de la luna de  la noche de san Juan le pertenecerá  y estará al servicio de la noche y a partir de este momento, fuera cual fuese su nombre pasará a llamarse Isilme que como bien sabéis significa luz de luna "
Todos dejamos ir un grito de horror, pero Isil levantando una mano para cortar nuestras protestas continuó:
"En un principio este castigo iba a ser para toda la eternidad, pero como os he dicho mi señora entiende que no debe excederse en su furia, por lo que la pena podrá ser conmutada y vuestra hermana podrá ser liberada dentro de un tiempo estipulado y siguiendo unas pautas también marcadas"
Nos miró a todos los presentes antes de continuar:
"Isilme le pertenecerá por completo durante los próximos dos años, tiempo durante el cual sólo podréis verla, si así lo deseáis, la noche de san Juan dado que es la noche de las hadas y las criaturas pueden ir y venir a su antojo pero con el alba deberá regresar con nosotros.
A partir del tercer año podrá ser liberada por su onóna, y sólo por ella, y tendrá un tiempo limitado para hacerlo, por supuesto eso deberá ocurrir durante la citada noche pues es el único momento del año en que los hechizos pueden romperse.
La primera noche dispondrá de una hora para hacerlo, si no lo consigue al año siguiente se le añadirá una hora más y así sucesivamente hasta completar las nueve horas que dura la noche de san Juan, de manera que cuanto más tiempo pase más posibilidades tendrá de romper el hechizo.
Despediros ahora de vuestra hermana, el sol está próximo a salir y debemos partir"
_ ¡Esperad !_ Grité_  No nos habéis dicho que tengo que hacer para romper el hechizo.
"Dentro de dos años os será revelado, por ahora es todo cuanto necesitáis saber"
Dicho esto nos apremió para despedirnos de Isilme y luego desaparecieron las dos.
Los pequeños se habían quedado mudos de asombro y un poco asustados, pero como siempre Prímula fue la primera en reaccionar:
_ ¡Caray! ¡Que mala pata!, pero bueno menos mal que os dio la oportunidad de recuperar a tu hermana ¿no?, ¿lo has hecho? ¿has podido romper el hechizo?
Ankale negó con la cabeza:
_ Todavía no, por eso estoy aquí para pediros vuestra ayuda y volver a intentarlo una vez más esta noche.
_ ¡Claro que sí!_ Exclamaron todos a la vez_ ¡Pídenos lo que quieras, ¿qué tenemos que hacer' ¿que necesitas?
_ Es algo muy sencillo pero no fácil de conseguir, lo he buscado por muchas partes pero siempre llego tarde y se me escapa por poco.
_ Bueno_ Azuzó Diandra impaciente_ Dinos que es.
_ Un trébol de cuatro hojas.
_ ¿Sólo eso?,¿Un simple trébol?_ Preguntó Caulo con incredulidad.
_ Sólo eso, con él y pronunciando las palabras que rompen el hechizo mientras lo quemo en la hoguera mi hermana quedará libre para volver con nosotros.
_ Pues no tiene que ser muy difícil encontrar un trébol, vamos digo yo_ Apuntó Betulus.
_ Seguro que tiene que haberlos a porrillo_ Añadió Prímula.
Ankale sonreía con un punto de amargura.
_¿ Creéis que si fuera tan fácil no lo habría encontrado ya después de tanto tiempo?
Los pequeños la miraban sin entender donde estaba el problema y porqué era tan difícil encontrar un simple trébol, ¡ que tontería! Todos ellos estaban cansados de ver tréboles por todas partes.
Esta vez fue Nicodemus quien tomó la palabra:
_ Veréis, los tréboles son una planta muy común en casi todos los bosques, eso lo sabemos todos, pero supongo que os habréis fijado en que siempre tienen tres hojas, de ahí su nombre que originariamente en latín significa exactamente eso: tres hojas, por eso los tréboles de cuatro hojas son algo único, excepcional y mágico, y como todo lo que tenga que ver con la magia no es fácil de encontrar pues tiene sus condiciones y limitaciones,  en el caso que nos ocupa el problema está, no sólo en su rareza y escasez, cosa que los hace buscados y deseados, si no también en la brevedad de su florecimiento y, lo más complicado, quien los cultiva.
_ ¿Quieres decir que no crecen como los demás tréboles en cualquier parte? ¿son cultivados de manera especial?
_ Bueno...sí, se podría decir algo así_ Continuó el gnomo_ No se si lo sabéis pero los cuidadores y encargados de cultivar los tréboles son unos duendes procedentes de Irlanda llamados leprechauns, el trébol es el emblema de su país y ellos tienen el deber y el honor de cultivarlos. Además de eso su principal trabajo es el de arreglar zapatos. En torno a ellos hay muchas leyendas sobre ollas con monedas oro escondidas en algún lugar que sólo ellos saben pero que nunca nadie ha conseguido encontrar porqué otra de sus peculiaridades es que si alguien posa la vista sobre ellos se quedan inmóviles y en cuanto te descuidas desaparecen, de manera que es muy difícil contactar con alguno de ellos. Pero el caso que nos interesa ahora es que ellos son los responsables de que cada noche de san Juan florezcan los tréboles de cuatro hojas, durante los primeros cinco minutos de esa noche tienen el don de convertir los tréboles normales en tréboles de cuatro hojas pero sólo si alguien se lo pide, pasado ese tiempo las plantas vuelven a su estado natural, para conseguir que un leprechaun te de un trébol de cuatro hojas debes conseguir hacerte amigo suyo o por lo menos inspirarle la suficiente confianza para que no desaparezca, y eso es un problema.
_ ¡Vaya! ¡No tenía ni idea eso!_ Exclamó Diandra y los demás asintieron con la cabeza.
_ ¿Veis ahora como no es tan fácil?_ Preguntó Ankale.
_ El primer paso es encontrar el lugar donde crecen los tréboles.
_ Bueno, eso no parece difícil_ Apuntó Betulus.
_ Y no lo es_ Repuso Nicodemus_ Pero hay que tener cuenta otra cosa más.
_ ¿Cual? _ preguntaron a coro.
_ Estamos hablando de la noche de san Juan, la noche mágica, la noche en que todas las criaturas, bondadosas o malvadas andan sueltas y de estas últimas hay unas en especial que me han dificultado la labor todos estos años_ Continuó Ankale_ Los Nulke son unos duendes perversos cuya única misión es destruir todos los tréboles de cuatro hojas que encuentren a su paso, los Leprechaun les temen y ante la más mínima sospecha de su presencia desaparecen y con ellos la oportunidad de conseguir el preciado trébol de cuatro hojas, ese ha sido mi mayor obstáculo todos estos años, hasta ahora no he conseguido hablar con ningún leprechaun, los Nulke son numerosos y rápidos y siempre me ganan por mano.
_ Por eso hemos pensado que quizá entre todos podamos ayudarla_ Continuó Nicodemus, seguro que cualquiera de vosotros ha visto tréboles por el bosque, yo mismo conozco unos cuantos lugares en los que florecen, pero nunca he tenido la ocasión de toparme con un leprechaun, tal vez alguno de vosotros sí y eso nos serviría de mucha ayuda, decid ¿conocéis a alguno por casualidad?
_ ¿Como son los leprechauns? _ Preguntó Lila que había estado escuchando en silencio muy atenta.
_ Básicamente como cualquier otro duende con la única característica particular que siempre van vestidos de verde para camuflarse con el paisaje del bosque.
_ Uhmmm, entonces creo que sé donde podemos encontrar uno.
_ ¡¿De veras?!_ Preguntó esperanzada Ankale_ ¿Y puedes llevarnos hasta allí?
_ Supongo que sí.
_ Espera un momento_ Medió Nicodemus_ Sí vamos todos nosotros el duende desaparecerá, recuerda que son muy desconfiados, será mejor que vaya Lila ya que al parecer le ha visto en otras ocasiones y trate de conseguir el trébol, ¿No te parece Lila?
El hadita ladeó la cabeza mientras pensaba unos instantes antes de contestar:
_ Bueno, la verdad es que sí es un poco desconfiado, me ha costado varios intentos conseguir que hablara conmigo, pero creo que si se lo pido me lo dará.
_ Entonces no perdamos tiempo, la hora avanza y pronto llegará la medianoche, sería conveniente que estuvieras allí en el preciso momento en que empiecen a tocar las doce, recuerda que sólo tienes cinco minutos para conseguirlo y los Nulke no andarán muy lejos_ Puntualizó Nicodemus.
_ ¡Jo! No es justo_ protestó Betulus dejando salir el guerrero que llevaba dentro_ A mí también me gustaría ir.
_ ¡Anda este! Y a todos_ Exclamó Prímula
_ Bueno, bueno, haya paz_ Medió el gnomo_ Lo importante ahora es conseguir la planta, anda Lila ve y haz cuanto puedas.
La pequeña miró a Ankale y le dijo:
_ Ven conmigo creo que si te escondes hasta que yo le haya contado todo podrás pedírselo tú misma, es lo justo.
Ankale se puso en pie rápidamente y ambas partieron sin perder más tiempo.
Los demás se quedaron impacientes sentados alrededor de la hoguera.
Caminaron en silencio durante un rato hasta que Lila preguntó:
_ ¿Hace mucho tiempo que intentas liberar a tu hermana?
_ Este es el tercer año que lo intentó, hasta ahora no había podido encontrar a nadie que conociera a un guardián de los tréboles, me encontré con Nicodemus por casualidad y me animó a venir aquí esta noche, estaba convencido de que alguno de vosotros podríais ayudarme y debo admitir que tenía razón.
Ankale la miró con una amplia sonrisa esperanzada, a la que Lila respondió de igual modo.
Cuando llegaron cerca de un grupo de árboles altos y recios el hadita indicó a Ankale que permaneciera allí quieta y sin hacer ruido hasta que ella la llamase, así lo hizo mientras Lila continuaba caminado hacía el claro que había entre los árboles.
El suelo estaba cubierto de setas y de tréboles, una alfombra verde de dichas plantas se extendía en todas direcciones.
No parecía que hubiera nadie por allí, pero eso era algo habitual, Lila lo sabía bien, el duendecillo solía aparecer cuando menos se lo esperaba y siempre de forma repentina.
_ Hola pequeño Tim, ¿donde estás? Soy yo Lila.
Nada, el silencio y la quietud eran absolutos, pero al darse la vuelta de repente se lo encontró sentado sobre una seta con un trébol en la mano, como solía hacer habitualmente:
_ ¡Hola Lila!_ Saludó alegremente_ No te esperaba por aquí esta noche, suponía que estarías con tus amigos celebrando bailes y pidiendo deseos junto a una hoguera.
_ Hola pequeño Tim, bueno sí ese era el plan pero precisamente estoy aquí porque uno de mis amigos necesita algo y creo que tu puedes ayudarme a conseguirlo.
_ Tu dirás.
El hadita empezó a contarle la historia al pequeño Leprechaun, quien la escuchó muy atentamente y sin dejar de sonreír ni un instante, cuando acabo éste permaneció callado en la misma actitud, la pequeña le preguntó impaciente.
_ ¿Y bien?_ ¿Puedes ayudarme? ¿Puedes darme un trébol de cuatro hojas?
El duende aguardó unos instantes antes de responder mientras miraba y jugueteaba con el trébol que tenía en su mano.
_ Lo siento pero yo no puedo hacer eso.
Lila le miró con los ojos muy abiertos y a punto de enfadarse:
_¿Por qué no? Según tengo entendido vosotros sois los guardianes y creadores de esas plantas, ¿donde esta el problema? ¿Acaso no me crees?
El pequeño alzó su mano para que ella no siguiera enfadándose y con su eterna sonrisa continuó:
_ He dicho que yo no puedo hacerlo, soy demasiado joven aún y no tengo desarrollados ni permitidos todos mis poderes, pero conozco a alguien que sí puede.
La esperanza volvió a brillar en los ojos de la pequeña.
_¡Estupendo! Pues vamos a buscarle, pronto será medianoche y ese es el momento indicado para pedir el deseo.
Pequeño Tim asintió con la cabeza y desapareció sin decir nada, cosa que dejó a Lila confusa y sin entender nada de lo que estaba pasando.
Apenas se había recobrado de la sorpresa de la desaparición de su amigo cuando éste volvió a aparecer y esta vez traía a alguien más con él.
Era un duende un poco más alto y con una larga y poblada barba de aspecto tan risueño y feliz como el de pequeño Tim.
_ Éste es mi maestro el señor O'Malley, ésta es Lila, desea pediros una cosa maestro_ Presentó respetuosamente el duende.
_ Hola pequeña Lila, decirme deberás cual tu deseo es y si pertinente fuera con gusto lo cumpliré.
Tenía una forma de hablar muy peculiar, como si recitara un poema.
_ Necesito un trébol de cuatro hojas.
_ Saber necesitaré en que será utilizado, ¿El bien con él haréis?
_ Para romper el hechizo que retiene a un hada contra su voluntad y que pueda reunirse con su familia de nuevo y para siempre.
_ Uhmmm, buen motivo me parece para vuestra petición conceder, ¿sois vos pequeña dama quien lo debe romper?
_ No, en realidad debe hacerlo su hermana, ella está escondida aquí cerca esperando mis noticias, le dije que esperara por sí os asustabais de ella y no os dejabais ver, por eso me adelante yo sola, pequeño Tim y yo ya nos conocemos y pensé que conmigo sí querría hablar, por favor, es muy importante para ella.
El duende la miró complacido
_ Sin duda alguna lo es, decidle pues que se acerqué y lo demandado le entregaré.
La pequeña no se hizo de rogar y en apenas unos instantes estuvo de regreso con Ankale, el hada saludó con una respetuosa inclinación al Leprechaun mientras hablaba:
_ Os agradezco de veras  que hayáis aceptado  escuchar mi petición señor O'Malley.
_ Tan noble y justo  motivo no puede ser desoído, al punto os entregare aquello que habéis pedido, esperar deberéis a que las doce sean dadas, con la última campanada su poder despertará y hasta el alba durará, con la luz de la mañana lo que  fue ya no será y convertido en  polvo dorado con el viento marchará.
El duende se inclinó y mientras murmuraba unas palabras en una lengua que ninguna de las dos hadas pudieron entender arrancó uno de los muchos tréboles que alfombraban el suelo mientras pasaba la mano suavemente por encima de sus hojas, estas se estremecieron y con una ligera sacudida una cuarta hoja hizo su aparición, luego con una graciosa reverencia se la ofreció a Ankale con estas palabras:



"Un trébol mágico os doy,
con él libre quedará
quien por hechizo preso está,
si es el bien el que os guía
recompensados seréis,
más si fuese la codicia
muy caro lo pagaréis."


Ankale tomó entre sus manos la preciada planta y la miró con incredulidad, ¡al fin podría liberara a su hermana!
Hizo una profunda reverencia ante el duende y le dijo:
_ No hallo palabras que alcancen a expresar la enorme gratitud que siente mi corazón hacia vos, yo y todo mi pueblo os deberemos eterna gratitud por lo que habéis hecho por mí y por mi hermana, espero poder algún día hacer algo por vos que esté a la misma altura, os reitero mi infinito agradecimiento.
El duende seguía sonriendo como parecía ser su pose habitual y sin darle más importancia al tema las conminó a marcharse:
_ Acepto con regocijo vuestro agradecimiento, más no perdáis ni un momento, los perversos duendecillos de llegar a punto están, id ya sin más dilación y con premura y acierto cumplid con vuestra misión. 
_¡ Hasta pronto Lila! _ Se despidió pequeño Tim
_ Adiós y gracias también a ti_ Respondió el hadita y sin perder ni un segundo más ambas se marcharon, en cuanto se dieron la vuelta ambos leprechaun desaparecieron.
Corriendo más que andando llegaron en apenas unos minutos a casa de Nicodemus, todos las estaban esperando impacientes, deseosos de saber si habían tenido éxito.
Apenas tuvieron tiempo de explicar nada pues la medianoche estaba a punto de caer y no podían perder ni un sólo instante.
Nicodemus echó un vistazo a su curioso reloj de bolsillo, una dorada y reluciente maquinaria incrustada con maestría y habilidad en una concha marina, de esfera nacarada y agujas de coral que marcaba la hora con una precisión al segundo:
_ Faltan apenas cinco minutos para la medianoche, ¿tienes todo cuanto necesitas Ankale?
_ Sí, aquí está el trébol y tengo memorizadas las palabras que rompen el encantamiento, sólo hace falta que llegue el momento.
Guardaron todos silencio y aguardaron con aire circunspecto a que sonara la hora.
Apenas las dos saetas se unieron sobre las doce del reloj de Nicodemus cuando el trébol que sostenía Ankale en la mano adquirió un intenso y brillante color verde mientras un halo plateado lo envolvía. Casi al mismo tiempo un enorme jirón de nube apareció sobre la hoguera y poco a poco se fue disipando hasta dejar ver una figura. Era muy parecida a Ankale pero tanto su ropa como su pelo eran negros como la noche, sin duda debía ser Isilme.
_¡Ankale!_ Exclamó
_¡ Isilme! ¡Al fin he conseguido el trébol, ya puedo romper el hechizo!
_ Pues no perdamos más tiempo.
Todos los pequeños miraban a ambas hadas con las bocas abiertas y ojos desmesurados, ¡eran tan bellas cada una a su manera! que no podían apartar la vista.
Ankale se acercó a la hoguera y sosteniendo el trébol entre ambas manos empezó a pronunciar una retahíla de palabras en una lengua desconocida para ellos.
_ "Ilye tier unduláve lumbale, nan sí elen síla 
lúmenn'omentienvo"
_ ¿Alguien sabe que ha dicho?_ Preguntó Prímula extasiada.
_ Ni la más remota idea, pero suena muy bonito, parece una canción_ Replicó Caulo.
_ "Una profunda obscuridad ahogó todos los caminos, pero ahora una estrella brilla sobre la hora de nuestro encuentro"_ Explicó Nicodemus.
_¡Hala! ¡Ya lo decía yo que sonaba bonito!.
Una vez hubo pronunciado esas palabras dejo caer el trébol dentro de la pira y al momento unas llamaradas plateadas se alzaron con fuerza  y una explosión de luz blanca lo llenó todo, y envolvió en ella a Isilme.
Todos contemplaban la escena con cierto temor, confiaban en que todo saliera bien, pero la verdad es que daba un poco de miedo.
Cuando la luz blanca se disipó la figura que dejo ver era muy distinta, ahora sí se parecía en todo a Ankale: el hechizo estaba roto.  
Las hadas se abrazaron alborozadas y felices de estar por fin juntas para siempre, también los pequeños se abrazaban y reían locos de alegría, habían sido testigos de un hecho extraordinario y hermoso y estaban muy contentos de que todo hubiera acabado bien.
Ankale se volvió pletórica de felicidad hacia sus nuevos amigos y les dijo:
_ Querido Nicodemus, queridos amigos, mi agradecimiento será por siempre infinito, gracias a vuestra ayuda por fin mi onóna podrá regresar con los suyos y permanecer en su hogar, el lugar al que pertenece, permitid que os la presente.
Con su mano invitó a su hermana a dar un paso al frente para que todos pudieran verla mejor.
Realmente era tan hermosa como Ankale y ambas irradiaban una hermosa luz dorada que las envolvía .
_ Os presento a mi querida hermana, a partir de este momento será llamada Aure, cuyo significado es luz del sol,exactamente lo opuesto al nombre por el que, por imposición y por causa totalmente ajena a nuestra voluntad, era conocida hasta el día de hoy.
_ Os saludo a todos queridos amigos_ su voz era tan suave y melodiosa como la de Ankale y sus movimientos igual de armoniosos que los de su hermana_ Sea cual sea el papel que hayáis tenido en mi liberación permitidme que yo también os dé las gracias, no sabéis cuanto ansiaba que llegase este momento.
_ ¡Hola Aure, yo soy Prímula y esta es Caléndula, nosotras también somos ónoni! ¿Lo he dicho bien Ankale?
Todos rieron con gusto al escuchar las palabras de la pequeña, incluida su hermana, que por esta vez no la riñó, estaba demasiado contenta para ello.
_ Sí, Prímula, perfectamente_ Contestó el hada con una amplia sonrisa que la embellecía todavía más si eso era posible.
_Bueno bueno_ Intervino Nicodemus_ No olvidemos que hoy es noche de celebración y fiesta y nosotros tenemos un motivo muy especial para estar alegres así que divirtámonos, pensad que noche de san Juan sólo hay una al año.
_ Eso, eso_ Dijeron todos muy contentos_ ¡Fiesta,fiesta!
Nicodemus sacó más bebida y comida pues los pequeños parecían volver a estar hambrientos y todos cantaron, hicieron diferentes rituales sanjuaneros, bailaron, Isilme contó algunas historias que a todos encantaron y así hasta bien entrada la madrugada.
Fue una noche de San Juan única y memorable, como suelen serlo siempre, todos estaban felices y risueños y no querían que la noche acabara, pero el cansancio y el sueño vencieron a algunos de los duendecillos más jóvenes que se quedaron dormidos en el regazo de alguien. 
El bosque resplandeció durante la breve noche con luces plateadas que salían de todos los rincones, los ruidos, las canciones, los bailes, llenaron cada uno de los recovecos de los caminos que lo surcaban, el fuego áureo de las hogueras iluminó el cielo nocturno de Junio mientras grupos de hadas, duendes, elfos y cuantos seres feéricos podáis imaginar correteaban por él, hasta que las primeras luces del nuevo día disiparon el aura mágica que lo envolvía y la normalidad volvió a reinar en todas partes.
Tan sólo algún que oro duendecillo dormido sobre los arbustos o entre las raíces de un árbol denotaba la gran noche que habían vivido.   
Nicodemus se sentía feliz cuando se despidió de sus dos amigas:
_Espero volver  a veros pronto_ Les dijo_ Sabéis que siempre seréis bienvenidas a estos lares.
_ Gracias de nuevo por todo, vendremos a veros, os lo prometemos_ Dijo Ankale
_ Desde luego que sí_ Añadió Aure.
Se despidieron con un fuerte abrazo y mientras ellas desaparecían en cielo matutino Nicodemus miró a su alrededor, los rastros que había dejado la fiesta eran bien visibles, pero se sentía demasiado cansado para hacer nada en aquel momento.
_Bueno_ Se dijo a si mismo_ No hay ninguna prisa, así que voy a descansar unas horas y luego ya lo limpiaré todo.
Estaba ya con un pie en el umbral de su casa cuando una vocecita le llamó, Caulo acababa de despertarse:    
_ ¿Ya está listo el desayuno?_ Preguntó con voz somnolienta_ ¡Me muero de hambre!
¡Caray con aquellos peques! ¡Siempre pensaban en comer! En fin, ya descansaría más tarde.



 
  

  



    

jueves, 2 de junio de 2011

Un encuentro inesperado

La inminente llegada de la primavera tenía a todos los habitantes del bosque de Noldor sumidos en una frenética actividad, todos y cada uno de ellos tenían una tarea asignada y una misión que cumplir, lo cual les mantenía ocupados la mayor parte del tiempo y los hacía andar corriendo de un lado a otro unas veces buscando algo y otras llevándoselo a alguien.
En cualquier caso no era fácil encontrar a nadie ocioso,más bien al contrario, la mayoría de ellos tenían mucho que hacer y poco tiempo para hacerlo.
Las más preocupadas y nerviosas eran las hadas, sobre las cuales recaía la  total responsabilidad  de que la fiesta fuera un éxito, había mucho que preparar, grupos de gente a los que coordinar, horarios que cumplir...
Uno de los aspectos a los que había que prestar mucha atención era la decoración, el bosque tenía que verse muy hermoso y radiante para recibir a una estación tan alegre y transcendental para el buen desarrollo de la fauna y flora, los farolillos, las guirnaldas, la armonía de colores, todo tenía que lucir espléndido.
El vestuario era otra de las cosas que traía de cabeza a las hadas encargadas de la sastrería, debían ser diferentes y adecuados a la ocupación de cada uno, uniformes pero no iguales, similares en el fondo pero no en la forma, de manera que cada cual pudiera imprimir su sello personal y particular y no era fácil contentar a todos.
Ni que decir tiene que la parte gastronómica traía de cabeza a las hadas cocineras, el primer paso, y casi el más difícil, fue ponerse de acuerdo en decidir el menú, después de barajar diversas opciones y descartar algunas ideas, suculentas sí, pero un tanto arriesgadas, consiguieron llegar a un acuerdo que pareció satisfacer a todo el comité organizador y finalmente se aprobó el menú.

Entrantes

Ensalada de tomate, mango, aguacate
y frutos secos aderezados con vinagre de frambuesa.

Primer plato

Crema de calabaza y nata con brotes de menta.

Segundo plato

Berenjenas asadas sobre un lecho de malvavisco
con guarnición de puré de manzana y salsa de yogur

.Postre
Helado de naranja con crema caliente de chocolate,
Tarta de queso con mermelada de arándanos.


Bebidas

Sorbete de lima
Granizado de menta
Leche merengada
Mosto de uva y manzana
Té de saúco
Infusiones de azahar, tomillo y salvia
Néctar de ambrosía


Todos estos deliciosos platos requerían de tiempo para su elaboración y, naturalmente, de un equipo de cocineras y pinches que los llevaran a cabo.
Pero lo más fundamental de todo era conseguir los ingredientes necesarios para realizarlos.
Noldor era un bosque grande y fértil  en el qué se cultivaban gran cantidad de frutas y hortalizas, como manzanas, berenjenas, tomates, calabazas... Pero para otras más exóticas como el mango, el aguacate o el malvavisco  hacía falta un clima diferente, más cálido y había que ir a buscarlas fuera de allí.
Por ello se organizó un equipo de hadas recolectoras y duendes auxiliares para ir hasta el bosque de Hyarmen, situado a unos cinco kilómetros al sur de Noldor, y conseguir los ingredientes que les hacían falta.
Nicodemus por su parte era el encargado de preparar su famosa ambrosía, en toda la comarca era famosa, todos sabían de las excelencias de aquel licor y no había fiesta que se preciara que no le encargaran el delicioso brebaje, cosa a la que él accedía siempre encantado.
Para ello necesitaba una serie de plantas y semillas , la mayoría de las cuales se encontraban en el bosque de Rómen, a unos tres kilómetros al este de Noldor y hacia allí se encaminó.
Preparó su carro y de buena mañana emprendió el camino, sus planes eran llegar hacía el mediodía, recolectar lo que necesitaba, almorzar y estar de regreso en casa antes de la puesta del sol.
Al salir del bosque pasó cerca del almacén donde se iban guardando los alimentos para su posterior utilización.
El trajín de gente yendo y viniendo era incesante, todos acarreando cajas, palanganas o cestos llenos de viandas.
Un hadita cargada con una  cesta de tomates le saludó:
_¡Buenos días Nicodemus!_
_¡Buenos días Lila!, estáis muy ocupadas por lo que veo_
_¡Ya lo creo!, pero todo va sobre el horario previsto, entre hoy y mañana todo estará listo para empezar a cocinar, ¿no es fantástico? ¡el sábado es el gran día! ¡estoy tan ilusionada!_
_¡Ja, ja, ja! sí, todos lo estamos, es un gran acontecimiento para el bosque, la primavera es una estación muy importante y hay que recibirla como se merece_
_¡Será estupendo! Bueno te dejo que esto pesa, ¡que tengas un buen día!
_¡ Te deseo lo mismo Lila!
Nicodemus continuó su camino hacia el bosque de Rómen. Era un día soleado y de temperatura agradable, la mayoría de las plantas empezaban a mostrar sus retoños y estaban cargadas de capullos que brotaban, los árboles aparecían cubiertos de hojas en su casi totalidad, hojas de un verde brillante e intenso que refulgían bajo los rayos matinales.
Todo apuntaba a que sería un tranquilo y plácido día y que todo saldría tal y como tenía previsto.
Pero Nicodemus siempre pecaba de optimista y quizás por ese motivo las cosas acababan por complicarse.
Había recorrido casi un kilómetro y a excepción de un par de duendes que llevaban una carretilla llena de farolillos no se había cruzado con nadie más.
Iba canturreando tranquilamente y de pronto le pareció oír voces un poco más adelante del camino, calló y aguzó el oído para escuchar mejor.
Sí, sin duda había alguien, más de una persona, hablando, y por lo que parecía en tono de preocupación.
El camino formaba un pequeño recodo hacía la izquierda y justo en el terreno llano que se formaba junto a la curva divisó a dos pequeños agachados junto a un bulto que, a primera vista, no supo bien que era, pero pudo comprobar por sus rostros compungidos que efectivamente estaban preocupados por algo que supuso debía tener algo que ver con dicho bulto.
Sacó el carro del camino y se acercó para ver si podía serles de alguna ayuda y entonces pudo ver que el bulto en cuestión era un paloma, no tenía muy buen aspecto, tenía los ojos cerrados y respiraba con dificultad, los pequeños Diandra y Caulo intentaban ayudarla, el duendecillo sostenía una bola de color verde sobre la palma de su mano y trataba de hacer que el animal abriera la boca para dársela,  la llegada de Nicodemus les brindó un soplo de alivio y una grata sorpresa:
_¡Nicodemus que suerte que estés aquí! La hemos encontrado tirada en al camino, no sabemos que le pasa pero parece que esta muy mal, tenemos que ayudarla o se morirá.
_ Vamos, vamos, no seamos pesimistas dejadme que le eche un vistazo a ver que podemos hacer.
El ave, en efecto, a duras penas conseguía inspirar unas bocanadas de aire y parecía muy fatigada.
_Parece como si estuviera muy cansada_ Dijo Diandra en tono preocupado_ Puede que haya volado demasiado tiempo sin pararse a comer ni a dormir, a lo mejor sólo necesita una buena comida y una larga siesta.
_Por eso le habíamos preparado este remedio que nos enseñó a hace Adelfa, unas gotas de rocío y unas hojas de hierbabuena y manzanilla,es un buen reconstituyente y además alivia el mal de tripa.
Nicodemus la examinó y su expresión era seria cuando les dijo:
_Creo que es algo un poco más grave que un exceso de horas de vuelo.
_¿Qué le pasa? ¿Se va a poner bien ? _ Inquirió Caulo.
_No podría asegurarlo, aquí no tengo los medios para preparar ningún remedio que pueda ayudarla y estamos lejos de casa.
_Pero... habrá algo que podamos hacer, no sé, llevarla a algún sitio donde puedan curarla, no podemos dejarla aquí_ Expresó el hada.
_ Por supuesto que no la vamos a dejar aquí_ Replicó el pequeño duende muy serio_ Nos la llevamos con nosotros....Aunque no sé ni como ni a donde_ Añadió con sincero pesar.
_Calma, calma, vamos a subirla a mi carro, venga echadme una mano.
Entre los tres colocaron a la paloma en el carro de Nicodemus, suerte que no era muy grande o no habría cabido, la taparon con unas hojas y Diandra se sentó a su lado y colocó la cabeza del pájaro en su regazo para que estuviera un poco más elevada y respirase con mayor libertad.
_¿Y ahora qué hacemos?_ preguntó Caulo.
_ Conozco a alguien que seguro que nos podrá ayudar y no vive muy lejos de aquí, así que vamonos sin perder ni un instante.
Un poco más adelante había una pequeña bifurcación a la izquierda, era un camino estrecho y lleno de maleza que daba la sensación de no llevar a ninguna parte, pero Nicodemus parecía conocerlo muy bien y se adentró en él sin vacilar; poco a poco el camino se fue ensanchando hasta desembocar en un claro en el centro del cual se elevaba un hermoso y grueso árbol, muy parecido al de nuestro amigo Nicodemus, lo cual parecía augurar que este también era el hogar de un gnomo.

_¿Quién vive aquí Nicodemus?_Preguntó Diandra
_Un buen amigo mio que creo podrá
 ayudarnos_ Respondió bajando del carro y yendo hacia la puerta.
Llamó con fuerza un par de veces, pero nadie respondió.
_¡Que mala suerte! No debe estar en casa_Apuntó Caulo.
_No creo que ande lejos, no os mováis de aquí, le encontraré.
Rodeó la casa y se dirigió hacia la parte trasera del árbol, había allí una especie de cobertizo cuya puerta se veía entreabierta.
Nicodemus la empujó con la mano para abrirla del todo:
_¿Hay alguien ahí?
Una voz aguda respondió desde el interior  de la pequeña cabaña:
_¿Quién va?
_¿No reconoces a un buen amigo?
_¡Por todos los duendes! ¡Nicodemus! ¡Cuanto tiempo sin saber nada de ti viejo bribón!
_¡Eh,eh! ¿Quién es más viejo de los dos?
_¡Ja,ja,ja,! Sí, mejor vamos a dejar ese tema, saldría perdiendo con creces, ja,ja,ja...
Los dos se dieron un abrazo riendo mientras se palmeaban la espalda, se conocían desde... bueno desde hacía mucho tiempo, sus caminos se cruzaron en unos momentos difíciles y su mutua colaboración les brindó la oportunidad para cimentar la base de una duradera amistad.
_¿Qué te trae por aquí?
_Lamento decir que no es una visita de cortesía, necesito tu ayuda.
_Por supuesto, si está en mi mano dalo por hecho.
_Vamos y te lo voy contando.
Cuando llegaron junto al carro donde la pequeña paloma continuaba semiinconsciente Nicodemus ya le había puesto al tanto de la situación.
Los dos pequeños duendecillos abrieron unos ojos como platos cuando vieron llegar al gnomo con aquel extraño personaje.
Aunque reconocieron enseguida que era un duende, no se parecía a ninguno de los que ellos habían visto, ni en sus facciones, ni en su forma de vestir, pero lo que si advirtieron enseguida es que se notaba que sabía perfectamente que hacer ante una situación como aquella, sus movimientos y su forma de hablar y actuar demostraban amplios conocimientos sobre lo que fuera que le pasaba al ave.
Mientras el duende reconocía al paciente Nicodemus se lo presentó a los pequeños:
_Éste es mi buen amigo Kelvar, conoce y entiende a todos los animales, nadie mejor que él para curar a esta pequeña paloma, estad tranquilos está en buenas manos.
Los pequeños le miraron con más curiosidad todavía mezclada con admiración, si Nicodemus hablaba así de él no les cabía ninguna duda de que podían confiar en que curaría a su alada amiguita.
El rostro de Kelvar reflejaba una seria preocupación cuando habló:
_He de admitir que está bastante mal...
_¡¿No se morirá verdad?!_ preguntó Diandra con lagrimas en los ojos.
_Vamos,vamos, no avancemos acontecimientos_Calmó Nicodemus.
_Como decía_ Continuó el duende_ Está bastante mal pero creo que hemos llegado a tiempo, llevemosla  hasta el cobertizo, lo utilizo como sala de curas, allí tengo las cosas que necesito, yo voy delante para ir preparando el remedio, no hay tiempo que perder.
Kelvar se fue raudo mientras los demás acercaban el carro hasta detrás del gigantesco árbol y con mucho cuidado llevaron a la paloma hasta el interior de la pequeña cabaña, allí había una especie de camilla donde la colocaron.
Permanecieron en silencio contemplando las idas y venidas del duende que trasteaba por los estantes repletos de tarros y botellas, cogiendo un pizca de esto y un puñado de aquello y lo colocaba todo en un inmenso mortero de piedra colocado sobre una mesa.
Cuando hubo puesto todos los ingredientes empezó a triturarlos hasta reducirlos a un fino polvo y luego fue añadiendo, gota a gota, el contenido de una pequeña botella llena de líquido de un intenso color rojo hasta que la mezcla adquirió la consistencia de un jarabe de color morado y de aspecto similar al sirope de arándanos .
_Necesito que me ayudéis, abridle la boca mientras yo hago que se beba esto, es necesario que se lo tome todo.
Entre los tres abrieron el pico de la paloma y Kelvar introdujo el brebaje por su garganta.
El animal no se resistió, aquel extraño mejunje no parecía tener mal sabor y su aroma tampoco era nada malo, por lo que se lo tomó dócilmente.
_ Bueno, ahora sólo queda esperar un ratito hasta que haga efecto.
_¿Qué le pasa?_ Preguntó Caulo.
_Creo que ha comido algo que contenía veneno.
_¡¿Veneno?!, ¿Cómo?¿Donde?_Los duendecillos no acertaban a creerlo.
_Por desgracia es una práctica muy frecuente en algunas partes, para deshacerse de insectos u otras alimañas los humanos utilizan sustancias nocivas y a veces ocurren estas desgracias y algún ser inocente acaba perdiendo la vida.
_¡Pobrecita!_ Exclamó Diandra_¿Se pondrá bien?
_Sí, creo que sí, lo que le he dado es un emético que la ayudara a expulsar el veneno de su cuerpo,una vez eliminado le daré un reconstituyente y un calmante para estabilizar su estómago irritado y en unas horas estará como nueva, una comida suave pero energética para recuperar fuerzas y mañana ya podrá volver a volar sin ningún problema.
Una amplia sonrisa se dibujó en los rostros de los pequeños, aliviados y felices ante las buenas noticias.
También Nicodemus sonreía,había sido una suerte que la casa de Kelvar estuviera tan cerca, de otro modo tal vez las cosas no habrían acabado tan bien.
La paloma empezó a revolverse en la camilla y abrió los ojos, Kelvar les indicó:
_Creo que es mejor que vayáis dentro de la casa, esta parte del tratamiento no es muy agradable de contemplar, Nico haz un poco de té para nosotros y prepara algo para los pequeños, yo iré enseguida.
Los tres obedecieron y  mientras el gnomo trajinaba por la cocina los duendecillos prepararon la mesa.
Justo estaban terminando cuando llego Kelvar.
_Todo va muy bien, ya ha eliminado todo lo que había ingerido,el calmante que le he administrado la hará dormir unas horas, al despertar se encontrará mucho mejor y con hambre supongo.
Diandra se le echó al cuello mientras le abrazaba contenta:
_¡Gracias, gracias, muchísimas gracias Kelvar!
_ Sí, muchas gracias de corazón_ Añadió Caulo.
El duende riendo se quitó a la pequeña de encima:
_No hay de qué, encantado de ayudar a mis queridos animalitos, nuestra amiguita, que por cierto se llama Kua, vive en Rómen y se dirigía a Noldor donde tiene familia para asistir a la fiesta de la primavera, por el camino vio unas cerezas preciosas y rojas y no pudo resistir la tentación y hete aquí que debían haber sido fumigadas con algún tipo de pesticida y ya sabéis el resto de la historia, afortunadamente la habéis encontrado y ha tenido un final feliz.
Los pequeños le escuchaban fascinados:
_¿Pu...puedes hablar con los animales?_ Preguntó Diandra extasiada.
Su cara era tan expresiva de su asombro que tanto Nicodemus como Kelvar no pudieron evitar reírse a carcajadas.
_ Ja, ja, ja, pues claro que sí pequeña, todos los duendes de mi familia podemos hacerlo.
_¡Genial!_ Exclamó Caulo_ ¿Y eso se puede aprender?
_Umm, me temo que no, cada especie de duende esta dotado con una característica especial que le ayuda a llevar a cabo una función específica en mi caso es la de curar y ayudar a los animales, aunque respetar a cualquier ser vivo es una buena manera de comunicación.
_Bueno en vista de que todo está bajo control, creo que debería seguir mi camino si quiero estar de vuelta en casa esta noche_Expuso Nicodemus
_¿De verdad tienes que irte?_ Preguntó su amigo_ Me hubiera gustado poder charlar un rato contigo.
_A mí también pero debo ir a buscar los ingredientes para elaborar ambrosía para la fiesta y si no espabilo el tiempo se me echará encima.
_Ya veo, bueno, te propongo una cosa, ve a buscarlos y al volver pásate por aquí a cenar, la paloma ya estará bien y podrá marcharse con vosotros si quiere, los pequeños pueden quedarse aquí conmigo, lo pasaremos bien.
_ Sí, sí, Nicodemus_ Pidieron los pequeños.
_Bueno, la mayoría parece estar de acuerdo, así lo haré, nos vemos dentro de unas horas.
Y eso fue lo que hicieron, Nicodemus fue a Rómen y consiguió todo cuanto necesitaba, los pequeños pasaron un día genial con Kelvar, les contó multitud de historias relacionadas con los animales, les enseñó a preparar ungüentos para aliviar las heridas de las patas de los pequeños roedores que les ayudaban en el transporte, a reconocer algunas hierbas con las que preparar bebidas que aliviaban los dolores de garganta y muchas otras cosas.
    
      Cuando Nicodemus regresó encontró a los duendecillos sentados en el suelo frente a Kelvar escuchando con mucho interés las historias que este les estaba contando.
Ciertamente tenía muchas para contar, tenía muchos años y había recorrido muchos lugares ayudando y curando a los animales, había pasado por muchas situaciones difíciles y no siempre había podido hallar el remedio necesario para aliviar las enfermedades o para curar las heridas, provocadas algunas veces por las malas acciones de los humanos y otras por travesuras de los propios animalitos.
Pero la llegada de Nicodemus les proporcionó a los pequeños una nueva fuente de preguntas: querían saber como se habían conocido ellos dos, sentían curiosidad por conocer su historia, de modo que entre ambos se la contaron.
_Hace ya unos cuantos años..._ Comenzó el gnomo_ Siendo yo apenas un jovenzuelo vivía con mi familia en el bosque de Andúne, un lugar hermoso, con enormes árboles, arroyos transparentes y valles fértiles, un lugar pacífico y verde donde la vida transcurría felizmente, pero un mal día se declaró un incendio pavoroso, fruto de uno de tantos descuidos de algún paseante despistado o eso quiero pensar, que fue sin intención, y el bosque entero fue pasto de las llamas...
Nicodemus calló unos instantes, sin duda el recuerdo de aquella imagen era tan doloroso que le impedía seguir con el relato.
_Las llamas lo devoraban todo con avidez_ Continuó Kelvar tomando el relevo en la narración_ El viento que soplaba con fuerza favorecía la rápida propagación del fuego, todos los habitantes del bosque corrían despavoridos buscando  la manera de escapar de la destrucción, dejando atrás todas sus pertenencias, no había tiempo para pararse a recoger nada, tan sólo intentar salvarse todos. Por aquel entonces yo también vivía en Andúne aunque en la parte más baja, el viento soplaba del sur motivo por el cual las llamas se desplazaban en dirección contraria, hacia arriba, eso ayudó a que todos los que vivíamos en aquella zona pudiéramos acoger a todos cuantos fueron llegando, que afortunadamente fueron casi todos, les ofrecimos un techo donde cobijarse mientras la situación se calmaba.
Nicodemus tomó de nuevo la palabra:
_Mi familia pudo ponerse a salvo y nos refugiamos en casa de Kelvar, el incendio fue terrible, quizás su inmensa voracidad hizo que se devorase a si mismo y al cabo de unas horas empezó a perder fuerza, afortunadamente aquella noche descargó una intensa tormenta, una tromba de agua que ahogó por completó las llamas y eliminó todo cuanto rescoldo quedaba entre los troncos requemados. Al día siguiente todo había terminado, queríamos volver para ver si había alguna posibilidad de salvar alguna de nuestras pertenencias, era bastante improbable, pero había que intentarlo. Kelvar nos acompañó, el paisaje era desolador, todo tenía un aspecto negro, tétrico, lúgubre, troncos negros retorcidos, hierba cenicienta y aquel olor, el olor de madera quemada, de destrucción, de muerte flotando en el aire, a pesar de la lluvia caída el olor permanecía.
_ El árbol donde vivía Nicodemus y su familia era tan grande que no resulto muy afectado por el fuego_Continuó el duende_ Al menos por dentro, por fuera su aspecto era el de un enorme tizón, sin hojas, con las ramas consumidas por las llamas y el tronco convertido en carbón que se deshacía al tacto.
_Pudimos recuperar gran parte de nuestras cosas, pero no era muy aconsejable continuar allí, el árbol estaba tocado de muerte y era mejor buscar otro lugar donde vivir, además el resto del bosque no ofrecía mejor aspecto, tardaría mucho tiempo en recuperarse, si es que lo conseguía, todos pensamos que lo mejor era trasladarnos y buscar otro hogar.
Se detuvo un instante y ambos se miraron con una sonrisa un tanto triste en los labios.
_Pasamos una temporada viviendo en casa de Kelvar_ Continuó Nicodemus_ Y así fue como nos hicimos amigos. Durante ese tiempo me enseñó muchas cosas acerca de plantas, hierbas, semillas y como no, de los animales, a pesar de las circunstancias tristes que nos habían unido no dudo en admitir que fue una época muy bonita de mi vida de la que guardo gratos recuerdos.
El duende le palmeó la espalda.
_Para mí también fueron unos meses muy especiales, encontré en él un gran alumno y un amigo excepcional.
Volvieron a guardar silencio unos instantes hasta que la pequeña lo rompió con un suspiro:
_¡Caray menuda historia!_
_¡Y que lo digas!_Corroboró Caulo_ Menos mal que tiene un final feliz.
Todos rieron y la atmósfera un tanto triste que se había creado se rompió de inmediato dando paso de nuevo a la alegría y el desenfado de una reunión de amigos.
_Bueno, basta ya de cosas tristes_ Zanjó el gnomo_ Creo que deberíamos ponernos en marcha o se nos hará muy tarde por el camino.
_Estoy de acuerdo contigo, vamos a ver a nuestra paciente que de seguro a estas horas se encuentra ya despierta y si no me equivoco con un hambre atroz.
Y así era, Kua se había despertado con muy buen aspecto y se comió todo lo que Kelvar le  había preparado, sin duda se encontraba lista para reemprender la marcha.
Todos estaban muy contentos y felices, al final había sido un gran día.
_Antes de marcharos Kua debe tomar un poco más de jarabe reconstituyente_ Anunció el duende_ Aún se encuentra un poco débil y no hay que forzar la marcha.
Dócilmente la paloma se tomó todo el preparado que le dio Kelvar.
_Bueno creo que ya estamos listos para marcharnos_Dijo el gnomo.
_¡Que pena!_Exclamó Diandra_ Lo estábamos pasando muy bien aquí contigo, pero debemos volver, aún hay mucho por hacer antes de la fiesta.
_¡Eh! ¿Por qué no vienes con  nosotros y te quedas hasta que acabe la celebración? ¡Será una fiesta estupenda!_ Invitó Caulo.
_¡Claro!_Apuntó la pequeña_ ¡Anda di que sí!,
_ Bueno, no sé si...
_¡Por favor, por favor, por favor! _ Insistieron los duendecillos.
_Me parece una idea genial_Añadió Nicodemus_ Siempre y cuando no tengas algo importante de lo que ocuparte en estos momentos.
El duende lo consideró unos instantes antes de contestar pero finalmente aceptó:
_La verdad es que ahora mismo no tengo nada que hacer y asistir a una fiesta rodeado de buenos amigos me parece un plan estupendo.
_¡¡¡Bravo!!! _ Gritaron los pequeños a dúo.
_Entonces no perdamos más tiempo, dadme unos minutos para preparar una bolsa con cuatro cosas imprescindibles y estaré con vosotros.
_Nosotros vamos preparando el carro_ Dijo Nicodemus.
Cuando Kelvar se reunió de nuevo con ellos ya estaban todos subidos al carro, incluida Kua, que optó por hacer una parte del camino en él por si le flaqueaban las fuerzas.
El camino de vuelta a Noldor fue muy alegre, Kelvar les fue contando muchas cosas interesantes sobre animales y plantas y alguna que otra anécdota divertida, lo pasaron tan bien que no se dieron cuenta y ya estaban de regreso en casa, antes dejaron a la paloma con su familia y se despidieron de ella, a través de Kelvar ,que hizo de traductor, les dio las gracias a todos por su ayuda y quedaron en verse de nuevo en la fiesta de la celebración de la primavera.
Después de dejar a los pequeños se dirigieron a casa de Nicodemus donde Kelvar se instaló para pasar unos cuantos días en compañía de su buen amigo el gnomo.
Fue una estancia de lo más agradable, ambos recordaron muchas cosas y se pusieron al corriente de todo lo que les había sucedido en el tiempo que llevaban sin verse, el desafortunado accidente de la paloma les había proporcionado un encuentro tan inesperado como feliz.
¡Ah! Ni que decir tiene que la fiesta fue todo un éxito, acudieron todos los habitantes del bosque y algunos invitados más, Noldor se vistió con sus mejores galas, las hadas estaban pletóricas de alegría y felicidad, todo salió a la perfección y la primavera, una vez más, acudió a su cita anual ofreciendo todo un despliegue de colores, de flores, de retoños, de regalos que iban anunciando que el verano ya estaba de camino.